domingo, 24 de febrero de 2013

Obras

Dentro del mundo religioso y milagroso se encuentra una raíz indoeuropea de sumo interés: werg- (hacer). Con sufijo werg-o toma el significado de "obra" y es aquí donde se incluyen palabras como energía, energúmeno, cirugía "obra de la mano", demiurgo "obra del pueblo", teurgia "obra divina" o taumaturgia "obra admirable".  Si bien la raíz tiene mismo signicado que hechicería (latín facio "hacer"), los textos históricos las diferencian: la teurgia/taumaturgia/demiurgia para lo religioso y la  hechicería para la magia común. 





En primer lugar debemos dejar claro que tanto el hechizo como la obra requieren cierto esfuerzo físico y espiritual para llevarlo a cabo, ¿puede hacerse algo sin un gasto de energía? El hechicero que prepara una figura para realizar un maleficio debe usar sus habilidades manuales e intelectuales para llevarlo a cabo. Del mismo modo el sacerdote que consagra un templo está realizando una tarea espritiual que conlleva la parafernalia de un rito establecido. 





La fuerza interna necesaria para potenciar la magia la llamaban los griegos dýnamis (poder, fuerza) y los latinos numen, no en balde la raíz de magia es magh- (tener poder). Por ello en sí mismo el mago es aquel que posee dýnamis, sin la cual la magia no puede funcionar. En el Nuevo Testamento se afirma varias veces que Jesús hacía uso de su dýnamis para curaciones y exorcismos. ¿Era Jesús un mago? Propiamente sí, aunque siempre con nobles intenciones. Nunca fue calificado de "mago" en los documentos históricos porque esa palabra tenía una connotación negativa en el mundo griego y judío. Es otro ejemplo más de manipulación de vocablos por intereses religiosos o políticos.





Es más cada cosa tiene su dýnamis, capacidad o potencia peculiar que se manifiesta cuando se pone en acción (enérgeia). Los dioses también tienen dýnamis. Por medio del contactus se transfería fuerza benéfica, por el contagius se transmitía fuerza maléfica. El contagio puede ser inquinans, si la dýnamis es maligna y mancillante; enervans, si produce la pérdida de la propia fuerza y su traspaso a quien ha entrado con él en contacto; y usurpans, cuando un portador de fuerza la pierde al ponerse en contacto con un portador de otra más poderosa y hostil a la suya.





El dýnamis se emplea en el Nuevo Testamento para referirse al poder curativo de Jesús manifestado en exorcismos o curaciones. Sin embargo no aparece en los relatos de resurrección ni en los milagros de naturaleza. En su lugar aparece ta erga (obras). El término thaumaste (admirarse) aparece en las curaciones de ciegos y cojos, indicando una actuación sorprendente de Dios. Miraculum (de admirarse) es la traducción exacta del griego thaûma (admirarse). La facultad de operar milagros no era de la exclusiva competencia de los dioses, la compartían también algunos individuos dotados de una dýnamis especial.





Suele tomarse taumaturgia como sinónimo de milagro, pero éste no conlleva obra alguna de por sí a pesar de ser asombroso. Los teólogos de la Iglesia conocían esta sutil diferencia y declaraban que los magos también pueden hacer milagros, de hecho cualquier uso de la magia puede ser asombroso para aquellos que no estaban familiarizados con ella. Para realizar obras el individuo requiere un carisma (propiamente "don, gracia") recibido de la divinidad/es o el mismo Creador. Queda claro que muy pocos son los afortunados con tal capacidad, los griegos los llamaban thieos anier (hombre divino) o taumaturgos. Eran hombres especiales (santos) destinados a cambiar la mentalidad de la humanidad que les rodeaba.






En lo que respecta a la teurgia (obra divina) era practicada normalmente por sacerdotes politeístas y consistía en la consagración de objetos o áreas así como en la magia ritual y adivinatoria asociada siempre a las divinidades. Pocos eran los sacerdotes capaces de ser teurgos, por lo que parece obvio que requerirían un carisma especial. En el monoteísmo judío Yavé exige casi desde el principio de su manifestación a Israel lo contrario de lo que postula la magia común: la obediencia absoluta y el sometimiento del hombre a la divinidad. 




Un término usado -escasamente- por los filósofos neoplátonicos fue "demiurgia", obra realizada o asociada al Demiurgo (El Creador). La demiurgia trasciende lo divino, pues no olvidemos que el Demiurgo (también llamado "El") no es un dios sino el mismísimo Creador y gobernante del UniversoHablamos correctamente de demiurgia cuando nos referimos a las obras realizadas por los profetas del Creador: Abraham, Moisés, Elías, Jesús, Mahoma y otros que pasaron de forma anónima por las crónicas históricas. 







La versión pagana de Jesús fue Apolonio de Tiana, el cual practicaba la taumaturgia y la teurgia por ser politeísta, pero nunca la demiurgia. Por extensión fue mago, teurgo y taumaturgo. Como conclusión recalcar que al no requerir de dýnamis la obra no es magia de por sí, sin embargo a menudo los taumaturgos eran también magos.



sábado, 23 de febrero de 2013

Artificios del mago VII: Dichos

Un dicho es una palabra o conjunto de palabras con que se expresa oralmente un concepto cabal. Aunque aparentemente no tenga ninguna relación con la magia y sus artificios, los dichos forman parte de ella en algunos casos. En seguida lo vamos a comprobar.





Decir tiene como raíz deik- (mostrar, pronunciar solemnemente). Del latín dico "decir", tenemos varias palabras que nos acercan al mundo de la magia y religión: "Bendecir" y "maldecir" denotan buena o mala intención en los dichos; "predecir" consiste en anunciar algo que sucederá por medio de dichos; "fatídico" (latín fatum "destino") se refiere al dicho de una cosa o de una persona: Que anuncia o pronostica el porvenir, especialmente si anuncia desgracias. Por último tenemos "predicar" (proclamar solemnemente) y "predicador".




Consta que en la Edad Media española (s.VII) existió un tipo de mago llamado fatidicus al que muchos solían visitarle con objeto de oir sus predicciones sobre el buen o mal destino de propios y ajenos. Huelga decir que la Iglesia prohibió estas consultas y persiguió con saña a los fatídicos. La bendición siempre se ha asociado a los santos, se trata de palabras que traen suerte al receptor de la misma. A santos y santones se les suponía afortunados debido a su carisma (gracia o don natural), que se representaba por medio de un aura sobre la cabeza.  




La creencia en los gafes y los afortunados está relativamente aceptada por la población. En todos los lugares del planeta se creia que algunas brujas podían proferir maldiciones y males de ojo que provocaban desgracias al projimo. No es extraño que hayan sido históricamente perseguidas en los cinco continentes, incluso todavía en no pocas zonas de cultura tribal. 






La Iglesia añadió a su culto las bendiciones desde temprana época. Asimismo la evangelización entre los paganos no habría sido posible sin los sermones de los predicadores.  En conclusión, las prédicas y dichos dependen mucho de la intención, conocimientos y moral del que habla, pues pueden ser fuente de sabiduría, demagogia, suerte o desgracia. 





Artificios del mago VI: Invocaciones y Evocaciones

La magia gutural se realiza propiamente por medio de las invocaciones y evocaciones. Ambos términos proceden originalmente del latín vox "voz", cuya raíz es wek- (hablar). De aquí partió el derivado latino voco "llamar, vocear", así Evocar proviene del latín evocare "hacer salir llamando", mientras que invocar del latín invocare "llamar a un lugar". Dichas llamadas pueden realizarse con cualquier sonido producido a través de las cuerdas vocales.




Invocar no es lo mismo que evocar. El que invoca a los espíritus recita ciertas fórmulas mágicas para conseguir de ellos protección y apoyo en sus necesidades o bien les requiere ayuda en la realización de un propósito cualquiera, cuya realización espera conseguir sin necesidad de que los espíritus se manifiesten visiblemente.



En cambio, el evocador es más audaz; quiere hallarse frente a frente con las entidades espirituales para pedirles, o mejor dicho, para mandarles le obedezcan en tal o cual empresa. Naturalmente, el mago al celebrar una evocación conoce a fondo el terrible valor de las palabras que pronuncia en su peligrosa ceremonia.





Temerario sería el que se lanzase a semejante empresa sin haber estudiado antes con la debida atención los preceptos de la magia evocatoria. El mago evocador, además de conocer las facultades y poderes de los espíritus, debe poseer una presencia de ánimo a toda prueba, un valor y una serenidad tales que no debe inmutarse ante ningún peligro.





La ceremonia suele realizarse en un día y hora concretos. Las evocaciones requieren de antemano que el mago esté dentro de un círculo, el cual incluye caracteres mágicos u otros signos y dibujos apropiados. Estar en su interior protege al evocador de la entidad que pretende convocar.
  



Finalmente se recita un conjuro en voz alta para forzar al espíritu a aparecer. Tras esto el mago le ordena a la entidad que le conceda un favor u objeto, teniendo siempre cuidado de no tocarse mutuamente. Algunos grimorios contienen todas las indicaciones necesarias para realizar apropiadamente evocaciones, se trata de un proceso complejo en el cual nada debe fallar.