Mucho
es lo que se ha escrito en todos los tiempos y lugares acerca de los
demonios, a menudo erróneamente y rara vez con acierto. Para
confirmar tal afirmación no hay más que ver el concepto moderno
coctelero que se tiene de la palabra. El tópico es que es un
espíritu maligno que trata de apoderase de las almas para llevarlas
al infierno. Los demonios (o el Demonio) han sido un cajón de sastre
muy socorrido para iglesias, sectas, escuelas filosóficas, padres
que tratan de amedrentar a sus pequeños, magos, etc.
En
la presente entrada no pretendo hacer un estudio detallado sobre la
opinión global en la historia del hombre acerca de estas entidades
(hay bibliografía de sobra sobre el asunto). Más bien dar respuesta
a la simple pero compleja pregunta: ¿qué es un demonio? Y solo a
partir de aquí mostrar unos pocos testimonios históricos que tienen
coherencia sobre dicha definición. Ya es hora de hacer justicia a
los vilipendiados demonios, un servidor al menos lo intentará. Sin
más empezamos.
La
raíz indoeuropea del vocablo es da- ("dividir"; también
tiene el significado de "trozo", "comer",
"multitud"). Algunas palabras que se incluyen en la raíz
son: "democracia", "epidemia", "daño",
"condenar", etc. Con sufijo dai-mon
toma
el significado en griego "que reparte el destino de los
hombres", de este sufijo tomó en latín la forma daemonium
y
más tarde el castellano "demonio". Así pues en la cultura
occidental el vocablo proviene del griego y es allí precisamente
donde hay que colocar los cimientos de la investigación.
Para
los antiguos griegos cada individuo es portador en su alma de un
demonio que le guía y protege a lo largo de su vida. Pensaban que
los había benignos (agathodaimon)
y malignos (kakodaimon),
si bien algunos autores griegos añadían los neutrales (también
llamados "vengadores"). Entre los teurgos (sacerdotes-magos
paganos de influencia grecoegipcia) los demonios buenos se conocían
a veces con el nombre de "demonios divinos" pues pensaban
que eran mandados por la divinidad; al contrario que los malignos
(capaces de generar cualquier tipo de catástrofe natural) los cuales
habitaban principalmente en las regiones sublunares siguiendo sus
propios instintos.
Con
independencia de su moralidad, para los teurgos existían otros
tipos, por ejemplo los "demonios generadores", en mi
opinión el nombre que le daban los griegos a los genios. Veamos lo
que comenta Jámblico (245-330 d.C) sobre ellos:
Ahora
bien, los dioses hacen los signos por intermedio de la naturaleza,
que le está sometida para la producción de fenómenos, la
naturaleza común y la específica de cada ser, o bien por los
demonios generadores, los cuales, presidiendo sobre los elementos del
universo, sobre los cuerpos particulares, sobre los animales y sobre
todo lo que hay en el mundo, conducen con facilidad los fenómenos
como les parece a los dioses. Estos demonios revelan simbólicamente
el pensamiento del dios, "sin decir ni ocultar", como dice
Heráclito, la predicción del futuro, sino "indicando por medio
de signos", pues a través de esta predicción modelan el modo
de la demiurgia. Lo mismo que ellos engendran todo por imágenes, así
también significan todo por medio de símbolos; y quizás también
excitan nuestra capacidad de síntesis hacia una agudeza mayor con el
mismo impulso.
Es de notar que en el mundo islámico llaman genios (djinns) a los demonios que poseen a las personas y aquellos de los que se valen los magos. Jámblico
añade otro tipo: los "demonios nuncios", posiblemente la
versión griega de los ángeles del judeocristianismo:
Entre
éstos hay que contar también a los "demonios nuncios",
como dice Platón, que anuncian “a los dioses los actos de los
hombres y a los hombres los de los dioses”, y elevan nuestras
plegarias ante los dioses, como ante unos jueces, manifestándonos, a
su vez, mediante los oráculos, los consejos y advertencias de
aquéllos.
Porfirio
(234-305 d.C) da su versión sobre los demonios en esta otra entrada. En
algunos textos herméticos de notable antiguedad se aportan
interesantes dados:
De
modo que los demonios tienen en su poder el gobierno terrestre en su
totalidad a través del instrumento de nuestros cuerpos. El mismo
gobierno al que Hermes llama destino. Los demonios sagrados viven en
lugares cercanos a los astros. La atmósfera está llena de demonios.
Entre
los antiguos había una asociación entre los dioses y los astros, no
es coincidencia que la palabra "dios" signifique
"brillante". Si los demonios eran mandados por los dioses o
los brillantes astros, tiene sentido que habiten cerca de ellos.
Los
demonios y el destino:
Como vimos en su etimología hay bastante relación entre los
demonios y el destino. Veamos un texto de San Isidoro (s.VII d.C) al
respecto que no tiene desperdicio:
Dicen
que los demonios fueron llamados así por los griegos, como si se
dijera "daémonas", esto es "experimentados" y
"conocedores de cosas". Tienen conocimiento de muchas cosas
futuras, por lo que suelen proporcionar alguna alguna que otra
respuesta. Se da en ellos un conocimiento de las cosas mayor que el
de la debilidad humana; en parte de la agudeza de su inteligencia más
viva; en parte, por la experiencia de su dilatadísima vida; y en
parte, por revelación angélica, de acuerdo con el mandato de Dios.
Estos en cuanto a su naturaleza, gozan de cuerpos etéreos. Antes de
su rebeldía disfrutaban de cuerpos celestes. Pero después de su
caída fueron transformado en esencia etérea, y no se les permitió
ocupar los espacios más puros de aquel aire, sino otros más
tenebrosos, que les sirven de prisión hasta que llegue el momento
del juicio. Son éstos los ángeles prevaricadores, cuyo príncipe es
el diablo.
En
opinión de la Iglesia, los magos y algunas clases de adivinos
formulaban plegarias y ofrecían sacrificios en las aras de los
ídolos para conseguir de los demonios respuestas acerca del futuro.
El poder del destino o hado es tal que al menos en la mitología
sumeria y griega los mismos dioses estaban subyugados a él. El hado
(en inglés fate)
eran palabras habladas que sellaban el destino de cualquier persona,
el encargado de pronunciarlas era una especie de adivino llamado
fatidicus
(fatídico). En algunos textos antiguos (y modernos) se habla del
poder para adivinar el futuro de los endemoniados así como el de
hablar varias lenguas.
Algunos
magos por medio de un pacto demoniaco o dominación espiritual
conseguían buena fortuna y riquezas a lo largo de sus vidas, pero al
morir debían pagar el precio por retener su destino, pues éste
puede ser evitado temporalmente pero al final (como las deudas) la
factura acumulada hay que pagarla. En las leyendas el mismísimo Zeus
podía retrasar el destino pero nunca evitarlo. Está escrito que
todo aquel que pretenda beneficiarse a costa de los demonios acaba
mal, pero el hombre es necio y no aprende la lección.
Conclusiones
personales:
Desde el punto de vista estricto de la palabra, los demonios son
entidades energéticas que arbitran el destino de los seres vivos,
basándose en las buenas o malas acciones (karma)
del individuo. Al tener cada persona un demonio puede afirmarse, en
efecto, que cada uno fabrica su propio destino. Los malos demonios se
encargarían de los castigos mientras que los buenos de las
recompensas. Los demonios no son malos de por sí, es el propio hombre quien genera su mal y el vérdugo o árbitro (en este caso el demonio) cumple la sentencia.
En definitiva los demonios son la herramienta que el Creador emplea para mantener el orden y la armonía en el universo. Aparte de esto, todo lo demás sobre ellos son minucias.
En definitiva los demonios son la herramienta que el Creador emplea para mantener el orden y la armonía en el universo. Aparte de esto, todo lo demás sobre ellos son minucias.
Dedico
este trabajo a los demonios, sin ellos solo existiría el caos.
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